'CON LE TUE PAROLE - CON TUS PALABRAS' es un proyecto de búsqueda artística y literaria que tiene como propósito recoger las emociones y los pensamientos de las personas en un momento tan complejo y delicado. La búsqueda que proponemos es colectiva y compartida. No es necesario ser escritor; tan solo tener el deseo de mirar dentro y contarnos una pequeña pieza de tu vida.

¿CÓMO FUNCIONA?

Puedes enviar tus pensamientos y reflexiones al mail parole@centroetoile.eu. Nosotros haremos de intermediarios para la publicación del material que nos hayas mandado a través de nuestras redes sociales.

recomendación #1

No existe una visión correcta o incorrecta de las cosas; existe tu visión. El objetivo de este proyecto es compartir pedacitos de cotidianidad. En qué focalizar la atención o la reflexión es una opción personal.

RECOMENDACIÓN #2

No existe una forma adecuada para contarlo. Siéntete libre de usar la prosa, la poesía, el diario... En resumen, cualquier forma narrativa en la que te sientas más cómodo. Solo te pedimos que adjuntes a tu texto una breve presentación sobre quién eres, qué haces en la vida, de dónde eres. Creemos que el valor añadido de esta investigación son las personas que participan en ella.

RECOMENDACIÓN #3

Superado el miedo a la página en blanco, 'Con le tue parole - Con tus palabras’ nace como un espacio de investigación compartido y abierto a todos. Cada uno de nosotros tiene una historia que vale la pena contar.

DESCUBRE QUIÉN ERES Y NO TENGAS MIEDO DE SERLO

DE CHIARA, SICILIA

«Superar el miedo a la página en blanco». Me gusta este reto. Cuando era niña tenía un diario en el que escribía sobre todo, todo lo que pasaba por mi cabeza, todos mis pensamientos. Me gustaba mucho. Con el tiempo he perdido este buen hábito y ahora, que me gustaría recuperarlo, es muy difícil para mí. Tengo un diario (lleno, maravillosamente, de lentejuelas) y un bolígrafo (también uno súper dorado) pero, nada. Tengo un bloqueo debido al hecho de que, aunque tengo ese bolígrafo en la mano, me pasan por la cabeza mil cosas que me gustaría escribir, desordenadas y no sé por dónde empezar.

Soy Chiara y soy de Alcamo, en Sicilia. Me he graduado en Lengua y Literatura Moderna y ahora estoy en mi segundo año de especialización. Estamos casi al final de este curso y siempre me ha encantado la literatura. Me encantan las historias de abuelas y leyendas sicilianas. Creo que se puede aprender mucho del pasado y se puede construir un futuro mejor.

Hoy ha sido un día especial para mí y por eso me convenzo de la necesidad de escribir. Creo que esta situación nos obliga a vivir en otro lugar que no es este. Para vivirnos, para tratar de entendernos. Por eso, revivo momentos en la casa que viví de niña: mi padre preparando el desayuno, las peleas con mis hermanas, sus abrazos antes de irnos a dormir, incluso pasar la tarde en la cocina con mi madre. En estos días extraños, también he reflexionado sobre cómo han cambiado las cosas en tan solo un año y me encontré revisitando el pasado, entendiendo, con mayor conciencia, cómo he llegado a este presente. Miré hacia atrás; hoy, sin embargo, miro hacia adelante.

Pronto terminaré mis estudios y tengo ganas de hacer cosas. Muchas. Durante demasiado tiempo he estado centrada en los libros y ahora quiero hacer cosas. Antes de esta cuarentena, se había anunciado que, en breve, saldrían las oposiciones: tendría la oportunidad de enseñar literatura inglesa o francesa. Realmente, pensé que lo quería, que era la opción correcta y, sin embargo, me doy cuenta de que no puedo hacerlo. Tengo ganas de hacer cosas, sí, pero en el teatro. Mucho trabajo, precario e inestable. Pero es mi sueño. Es lo que me hace feliz. Durante años he tratado de ocultármelo creyendo que sería una decepción para mí o para quienes me rodean. Cuando era pequeña, cuando mis abuelos me preguntaban qué quería hacer cuando creciera, siempre respondía con respuestas como «bailarina» o «cantante». Ahora que lo pienso, nunca dije «actriz» pero en cualquier caso siempre decía algo relacionado con lo artístico. Me miraban y se reían, así que, cuando crecí dejé de decir lo que quería hacer y, si lo decía, me limitaba a decir lo que podría ser «factible» para ellos. Pero nunca renuncié a hacer teatro. 

El primer espectáculo fue «Giufà». Tenía 12 años e interpretaba a una muñeca y era demasiado joven para comprender cuánto estaba enamorada. Mi infancia no fue fácil. Existía en la familia un problema que solo entendí cuando crecí tras vivir un período de ausencia de una persona fundamental para mí: papá. Siempre creyó firmemente en mis pasiones. Nunca ha sido un padre ausente a pesar de las dificultades a las que tuvo que enfrentarse. Hace unos siete años me uní a la compañía Piccolo Teatro di Alcamo; un grupo de amigos que en 1976 decidió crear su propia compañía. Ninguno de ellos había estudiado teatro y todo lo que me enseñaron es el resultado de la experiencia y el amor por él. Gracias a ellos empiezo a comprender cuánto me gusta el olor de un nuevo guion, el color de una escenografía, el descubrimiento, ese primer momento de asombro debido a los aplausos, a una cara que me mira agradecida, la belleza de conocerse cada día mejor, el descubrir de los personajes que hay que interpretar y luego darle forma hasta entender, día tras día que estás allí, dentro de él.. Y tienen razón en eso. Eres tú pero al mismo tiempo eres tu creación. Es maravilloso y solo un necio perdería la oportunidad de vivir algo asi. 

En septiembre, hace tres años, descubrí la existencia del Etoile European Theatre Center y en enero del año pasado, pude iniciar el camino de ITAF. ITAF es un estilo teatral muy diferente de lo que solía estar acostumbrada, pero compartía algo con el Piccolo: la pasión. Me encantó la forma en la que aprendí a disfrutar del teatro, a saborear el cansancio de un día en la sala de ensayo sin pausas, la mirada de pasión, como la mía, de mis compañeros que se desarmaban ante mí. Había tanta belleza. Y, a partir de ese momento, es cuando empiezo a darme cuenta de lo importante que puede ser el teatro para la sociedad en la que vivimos, cuánto bien puede hacerles a los demás y a ti mismo, y me doy cuenta de que hay una necesidad en mí.

Hoy, una persona muy importante para especial me dijo: “Chiara, al final de esta cuarentena habrá dos tipos de personas: los vencedores y los vencidos. Los perdedores serán aquellas personas que se han dormido y no han hecho nada. Los vencedores serán todos aquellos que han dedicado este precioso tiempo a reflexionar, planificar, crear, luchar por los demás y a amar a los demás como a uno mismo». Asi que, simplemente ama y ten el coraje de valorar lo que eres y lo que quieres ser. Atrévete a cambiar lo que no te haga sentir pleno. No importa lo complicado que sea el camino. 

Sigue caminando.

DEDÍCATE UN TIEMPO

DE PAULA, MADRID

Me paso el día en bragas tirada en el sofá. Es una especie de acuerdo entre mis padres y yo. Los problemas familiares, la gente enferma y lo que está pasando con las clases han hecho que no pensara en mí, lo cual es irónico ya que tengo todo el tiempo del mundo y yo no me había dado cuenta de esto hasta que vi a una amiga, en una videollamada, haciéndose el eyeliner.

No me había parado a pensar en lo sucio que tengo el pelo, en que solo me pongo las camisetas más feas y viejas para no malgastar las más nuevas, en que en más de una ocasión me he tirado todo el día en el sofá… Y no me malinterpretes, me cambio de bragas todos los días y me ducho de vez en cuando para que no me huela mucho el sobaco. Le pregunté porque lo hacía y me contestó que le gustaba verse arreglada, que era entretenido y lo hacía todos los lunes y jueves. No tuve tiempo de juzgar la elección de esos días porque lo primero que hice fue mirar el móvil. Llevaba demasiado tiempo sin saber a ciencia cierta en que día vivía. A la videollamada se unieron dos amigas más y no sé cómo acabamos acordando arreglarnos y maquillarnos todos los jueves. Es una estupidez, lo sé. Podía ser el sábado o el domingo pero ¿el jueves? El caso es que la primera vez que lo hice, hace tres semanas, me hizo sentir bien. Me puse el despertador, cosa que nunca hago y esto me hace sentirme un poco parásito humano, me duché y me puse unos pantalones ajustados y un top. Estando en casa me vale con el desodorante pero vi el bote de colonia y me eché un poco. Hice las tareas (solo un rato, luego me distraje con el móvil) y por la tarde nos maquillamos todas juntas como si fuéramos a salir, Me sentía idiota porque sabía que luego tendría que desmaquillarme, sentía que estaba desperdiciando tiempo y esfuerzo, pero después me puse unas bambas y salí a tirar la basura. Me sentí sorprendentemente bien. Creo que era la primera vez que no tiraba la basura en zapatillas de estar por casa y me sentí a gusto.

Con esto, lo que quiero decir es que, aunque parezca que nosotros somos lo último en la lista de prioridades, no está mal dedicarnos un tiempo a echarnos crema, bañarnos, arreglarnos y a utilizar esa colonia de vainilla de las ocasiones especiales.

VIVIR ES LO ÚNICO IMPORTANTE

DE CELESTE, REGGIO EMILIA

Mi nombre es Celeste, como el color del cielo que siempre me ha encantado mirar, es el color de mis ojos y también es el color que siempre pensé que era compatible con el verde, el color de la esperanza, a la que hoy, con todas nuestras fuerzas, nos aferramos.

Soy: hija, hermana, sobrina, amiga, graduada, terca, soñadora, decidida mas solo soy una chica de 23 años, residente en la provincia de Reggio Emilia y soy maestra.

El Covid 19 vino a recordarme que soy, ante todo, humana y, sobre todo, que soy frágil como la porcelana. Es un virus arrogante y presuntuoso, que nos dice que en esta Tierra solo estamos de paso, para tratarla bien, porque frente al poder de la naturaleza tan solo basta un instante para hacernos sentir pequeños e indefensos.

Esta cuarentena forzada me llevó a una larga introspección. Siempre he sido una persona que no tiene el don de disfrutar del momento presente, de estar aquí y ahora. Cuando hago una cosa, pienso en lo que tengo que hacer a continuación o en otras mil alternativas posibles y cuando el largo día acaba, me pregunto qué me esperará mañana. Ahora que el tiempo se ha detenido, hoy y mañana no me parecen tan diferentes y también he eliminado esta ansiedad que genera la inmediatez. Ahora tengo la oportunidad de disfrutar del momento presente, del aquí y ahora, de desayunar, de lavarme, de vestirme y de ponerme guapa, ponerme guapa para mí. Es el momento de cuidar a los demás, pero también de una misma.

En el amor se solía decir que «Si me quieres, si me quieres de verdad, quédate a mi lado». Sin embargo, ahora los que aman de verdad dicen «Si me quieres y quieres protegerme, por favor, aléjate de mí». También me atacó tanta melancolía, porque a menudo y sin venir a cuento pienso en aquellos que no están aqui, en las personas que aprendí a dejar ir, porque decidieron no ser parte de mi vida. Pensé en ellos y me pregunté cómo estarán, si a ellos también les ha afectado, si tienen miedo o si, como yo, se esfuerzan por estar de buen humor y disfrutar de cosas pequeñas, como el sol que sale cada mañana, las flores que florecen y el aire que ahora está más limpio. Estos pequeños momentos de melancolía terminan con un «¿Cómo estás?” que se queda en un borrador de mensaje en el WhatsApp con la esperanza de que estén bien, con mis ojos brillantes y una hermosa sonrisa, a pesar de todo. Y luego están mis amigos, los que se han mantenido todo este tiempo, a los que echo tanto de menos, pero sé que estamos unidos en esto por un bien mayor, por alcanzar un tiempo en el que todo sea como si nada hubiera cambiado, con el deseo de volver a verlos pronto y abrazarlos más fuerte que antes.

Pienso en aquellas personas que regresaron con sus familias, a sus pueblos, al sur, cuando se desató el estado de alarma. Hasta ahora he vivido con mis padres y, por lo tanto, no sé lo que significa sentir la distancia y la nostalgia del hogar, tener que pagar un alquiler y muchos gastos ahora sobre los hombros. Lo único que sé es que tenerles en casa las 24 horas del día, durante un período tan largo, en un contexto social que no es exactamente feliz y sereno, aunque a veces tenga el deseo de escapar al jardín y construirme una casa en el árbol para mi perro y para mi, es indescriptible, aunque es importante poder estar solo y aprender a que sea suficiente con lo esencial.

Lo que más me sorprende es el hecho de que tan solo se haya detenido el pensamiento más subjetivo, porque la primavera no se detenido, los colegios no se han parado, la Tierra sigue girando y la muerte avanza. Ni siquiera la vida. La Covid 19, sin embargo, si se acabará. Con el compromiso de todos nosotros, de respetar estrictamente las reglas. ¿Todo volverá a ser como antes? Yo diría que todo tendrá un significado y un valor más profundo y diferente. Los cajeros y los operadores del supermercado que se han sentido pequeñitos y tímidos frente a aquellos que tenían trabajos “de primera”, finalmente han obtenido su redención; Los médicos, enfermeras, trabajadores sociales están realizando un trabajo extraordinario que requiere horas extras y que recordaremos siempre, especialmente cuando todo esto se termine y ya no tengamos nuestros ojos puestos sobre ellos. Deseo que el desprecio y la discriminación que a menudo reservamos a los inmigrantes, que huyen de sus países después de guerras y hambrunas, sean reemplazados por una fuerte solidaridad y empatía. Hay una película que me encanta que se llama «Belleza Oculta» (2016) que cuenta cómo el Amor, el Tiempo y la Muerte unen a cada ser humano en la tierra. («Deseamos amor, tememos a la muerte y nos gustaría tener más tiempo”). Y esta, es precisamente la belleza oculta del coronavirus: el redescubrimiento del tiempo, lo que en nuestro ritmo frenético llamamos «tiempo libre». La importancia del amor, que es el propósito más bello para el que estamos en el mundo y que nos hace sentir vivos, nos humaniza, y, finalmente, el miedo a la muerte, que lamentablemente muchos de nosotros ahora sentimos cerca.

No le temo a la muerte, por el simple hecho de que es algo que no puedo controlar, algo más grande que yo, que es parte del ciclo; pero amo la vida. Quiero y me siento inmensamente agradecida de vivir y amar y el Coronavirus ha tenido que golpearnos para recordarnos todo esto.

CAMINOS DE IDA Y VUELTA

DE NINES, MADRID

Despertador. Hora de levantarse. Asearse. Vestirse. Un café. Aunque sea solo, sin nada. El estomago cerrado. Tengo que salir. Que no se me olvide la mascarilla y los guantes. Salir de casa y pensar qué ocurrirá hoy. Seguro que un día duro. Coger el autobús, el metro. Fijarse en la mirada de las personas tras sus mascarillas, muchas de ellas, improvisadas. Miradas tristes. Desconfiadas. Y tan solo hay un enorme vacío que llena el transporte. Llegar al hospital y preparar nuestro “traje espacial”, nuestras mascarillas, nuestros guantes y esperar instrucciones. Buscar donde puedes ser necesario. Prepararse sin saber lo que se puede presentar. Pasan los minutos, las horas y el ambiente se tensa, agudiza los sentidos. La gente. Su angustia. Sus miedos. Pide ayuda y te vacías para que desaparezca su miedo, su incertidumbre. Y cuando toca el relevo, deshaces el camino a la inversa. El despojarte del traje, los guantes, la mascarilla, coger el metro, el autobús.

Pierdes la mirada en el trayecto en la ciudad que pasa, vacía, triste, una ciudad que pide a gritos ser curada bajo el silencio. Abrir la puerta y verte. Tan pequeña y, sin embargo, tan robusta. Te has resignado a no tener largos paseos o jugar con otros perros. Te veo mirar por la ventana mientras me desvisto y me miras, intentando entender que está ocurriendo. Y a mi tan solo se me ocurre tirarte la pelota en el patio, aliviar tu incomprensión jugando. Mueves el rabo. Te conformas y eres feliz. Termina el día. Te tumbas a mi lado y me miras. Me das las gracias con tu mirada limpia y sincera. Tu eres mi inyección de energía. Tu comprensión. Tu cariño. Tu compañía. Tu ejemplo. Apago la luz y sueño. Silencio. Despertador. Hora de levantarse.

ROMAGNA MIA

DE WALLER, REGGIO EMILIA

Intenta explicarlo. Intenta decirle que no podrá recibir visitas durante un mes. O tal vez en dos. Incluso, probablemente, en tres meses. Cuando se lo dije, lo primero que ella alcanzó a decir es “Estamos en guerra» y yo, estúpidamente tranquilizador, le contesté: «Pina, pero, ¿qué dices? No tiene nada que ves. Estamos bien, tenemos comida, ¡no vivimos en la miseria como en las guerras que has pasado!». Y ella, con total franqueza me respondió “Es aún peor. Al menos, nosotros, sabíamos quién era nuestro enemigo. Ahora, ¿con quién peleamos? Si entra en mi frágil cuerpo, no podré vencerlo”.

Es cierto, la gente como Pina ya moría antes y, ¿a quién le importaba? Son viejos, cardiopáticos, diabéticos, descompensados… ¡podrían morir incluso con una gripe estacional”. Pero el número de muertos no deja de subir. Claro, los puestos de UCI no pueden ser ocupados por los nonagenarios. Quien se infecta, debe permanecer en su residencia. Sin anestesista, sin neumólogo. Pero, especialmente, sin parientes.

«¡Piña, tú eres fuerte! Has trabajado en los arrozales del Valle del Po, has cavado hectáreas de tierra, has criado a cinco hijos. Tú tienes los ojos de una veinteañera.”, le digo.

“Dios mío”, me dice sonriendo, “Si tuvieras veinte años, no te escaparías”.

“Pina, nosotros somos tus hijos, tus nietos, a veces nos ves nerviosos, cansados y no siempre logramos sonreír, pero es que estos momentos son muy duros, sobre todo por el peso que sentimos sobre nuestros corazones. El peso de la responsabilidad, del miedo, de la ansiedad que presiona y a veces no te deja respirar. Al terminar el turno, lloras porque todo ha ido bien». Le digo bajando la mirada.

“Pon Romagna mía y cantamos”, me dice sonriendo.

Y una vez más, son ellos los que me consuelan, los que me dan luz en la oscuridad, los que saben valoran los pequeños detalles y los que convierten pensamientos oscuros en sonrisas y canciones. Son ellos, los que han sabido luchar, los que han sabido lo que es empezar de cero. Lo que es reinventarse. Dicen que eso es la resiliencia. Yo los llamo Pina, Norma, Giovanni, Sergio, Lucia, Giorgio, Teresa….

avec tes mots

DE LISA, BURDEOS

Quizás, podemos sacar una parte positiva de todo esto, ¿no?
Es posible que, finalmente, nos demos cuenta de que las cosas importantes en la vida son aquellas que nos pueden parecer normales.
Es posible que, finalmente, seamos conscientes del bien que nos brinda cada persona que acompaña nuestros días;
Es posible que, finalmente, nos demos cuenta de la importancia de los momentos que pasamos con aquellos a los que queremos;
Y es posible que, finalmente, nos demos cuenta de que, cuando volvamos a la vida real, hay que saborear cada momento como si fuera el último.

jaulas que salvan vidas

DE AMANDA, MADRID

Esta excusa para no verte me está salvando, el no encontrarte entre estas cuatro paredes y no tener que inventarme un pretexto para pasar por tu casa. Me estoy desintoxicando de ti, de tus manías, de nuestras peleas, de esa adicción que me creaba todo ese mal que me hacías.

Ya no me desespero si no te veo, si no sé de ti, si no hablamos todo el tiempo. Hubo un momento en el que ya no sabía qué era mío, y qué era tuyo. Hablábamos igual, nos gustaban las mismas cosas, frecuentábamos los mismos lugares, confundías tu personalidad con la mía. Ahora a base de vivir conmigo, me estoy volviendo mucho más yo.

Que irónico pensar que esta jaula, me ha devuelto las alas.

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