En 2009, Google extendió la personalización de los resultados de las búsquedas a todos sus usuarios. Eso ha dado como resultado lo que conocemos el filtro burbuja o burbuja social que delimita el comportamiento de las identidades digitales de los usuarios, aunque no seamos conscientes de ello. 

El usuario está comenzando a disociar lo que uno es en la vida digital de lo que es en la vida real. Esto fomenta que los discursos de odio y violencia se generalicen en las redes. Una violencia que impregna todo los estratos de la sociedad: desde la escuela hasta las figuras públicas. El discurso de odio se convierte en mainstream por determinados colectivos sin que las redes sociales hagan nada para remediarlo. 

A través de distintos testimonios reales, se crea una pieza de teatro documento que pretende que reflexionemos sobre hacia donde caminamos como sociedad. Y, sobretodo, que echemos una mirada al pasado para aprender del camino recorrido. Porque la violencia es una cuestión biológica. Inherente al ser humano. En 1920 no existían redes sociales y, sin embargo, los mensajes de odio auparon a los peores regímenes del siglo XX. ¿Y si estuviera volviendo a pasar? ¿Y si tu contribuyes a ello?